Comentario
A comienzos del siglo XIX, Christian Jurgensen Thomsen fue encargado de realizar una clasificación de los materiales que componían las colecciones del Museo Nacional de Antigüedades de Dinamarca. Basándose en una cierta idea de progreso tecnológico a lo largo de la historia humana, Thomsen creó lo que se ha denominado Sistema de las Tres Edades, que después se ha visto más o menos confirmado por los hallazgos de la mayor parte del Viejo Mundo. Esta periodización divide la Prehistoria en tres partes: Edad de la Piedra, Edad del Bronce y Edad del Hierro. En 1865, John Lubbock dividió la primera Edad en dos términos distintos, el Paleolítico (Edad de la Piedra Antigua o de la piedra tallada) y Neolítico (Edad de la Piedra Nueva o de la piedra pulimentada). A estas divisiones se añadieron en épocas posteriores el Epipaleolítico/Mesolítico, que hace referencia a los cazadores-recolectores postglaciales, en vías o no de neolitización, y el Calcolítico o Edad del Cobre, que cubre la etapa postneolítica en la que comienza la metalurgia.
En principio, esta periodización es esencialmente válida para Eurasia, y por tanto es la más usada en la Península Ibérica, y tal vez también para África, pero carece de aplicación completa en América, donde no llegó a desarrollarse una verdadera metalurgia hasta la llegada de los europeos, o en Australia, continente en el que los modos de vida paleolíticos han pervivido hasta la actualidad. Hay que tener en cuenta además que incluso en el Viejo Mundo muchas de estas etapas no son realmente prehistóricas, ni mucho menos consecutivas, puesto que las primeras civilizaciones orientales, como Mesopotamia o Egipto, estaban ya plenamente formadas en una fase tecnológica equivalente a la Edad del Bronce, mientras que en el África Subsahariana no hay utilización de los metales anterior al 500 a. C. Estos problemas de ajuste cronológico, sin embargo, no restan utilidad al Sistema de las Tres Edades a la hora de concretar el continuo cronológico que es la Prehistoria peninsular, puesto que, en definitiva, cada una de las etapas arriba citadas posee los suficientes contenidos culturales como para poder ser utilizadas en un sentido convencional más o menos amplio.